Ser asturiano lo dice todo, no hay más palabras que definan las propiedades de un ciudadano procedente del Principado de Asturias que lleva en su sangre una Monarquía forjada utilizando como combustible el carbón y a base de golpes de maza y de martinete.
Cuando te encuentras en una tierra que no es la de tus raíces, empiezas a faltar una serie de elementos que, poco a poco, se convierten en morriña y cuando llega la noche, tus sueños empiezan a revolotear y siempre acaban posándose en alguna hoja de un viejo roble que entre sus ramas guarda todos los recuerdos de una vida pasada que ya nunca volverá.
La fragancia que llega en ocasiones sin darte cuenta, te recuerda a los picos, valles y salitre de la costa. El sonido de la fauna, enérgicas olas y unas gotinas de orbayu te hacen recordar un ligero nordeste, un húmedo oeste y a veces un fuerte norte que a veces se convierte en angustiosas galernas.
El restallar de la sidra, los diversos aromas de sus quesos, mojar ese pan de leña en sus guisos de carne, pescado y marisco y disfrutar de una esplendorosa fabada y un buen pote son suficientes para activar al máximo tus papilas gustativas.
Yo particularmente no le digo la palabra adiós al Negrón, simplemente le digo hasta luego, pero si por cualquier circunstancia me tengo que despedir de mi Asturias, lo haré físicamente, pues mi corazón y alma nunca saldrán de mi Tierra.
Saludos
Miguel Sánchez del Río González-Anleo