domingo, 15 de marzo de 2009

EL ÁRBOL DE LA VIDA

La convergencia de dos de las principales calles de acceso a la puerta de la villa, tenían como punto de encuentro un fielato y un gran Olmo que destacaba por su monumental envergadura. La Avenida Gijón y la calle Oviedo aunque juntas, siempre han tenido sus diferencias y su propia idiosincrasia, y los que allí vivimos durante tantos años guardamos un hueco en nuestra memoria para recordar, quizás no todos, pero si algunos de los acontecimientos tan entrañables ocurridos durante todo ese tiempo. Los aldeanos que por allí pasaban con el objeto de vender sus productos en el mercado central, tenían la obligación de declarar sus mercancías y pagar los tributos correspondientes. Contaban por aquellos tiempos que algunos disfrazaban al pequeño cochinillo de bebé para evadir el pago de sus impuestos. Tradición respetada, e incluso mejorada que, adaptada a otro tipo de productos, todavía se practica con asiduidad en diferentes lugares del estado. Al lado del fielato había un pequeño kiosco en el cual se podían adquirir además de los semanarios habituales, tebeos, piruletas, colecciones interesantes de cromos y sobres sorpresa que nos mantenían entusiasmados hasta que la capacidad de ahorro nos permitía volver a frecuentarlo. El árbol, conocido cariñosamente como “El Arbolón”, tenía grabado a navaja el nombre de todos los que allí nos reuníamos para planificar nuestros juegos y alguna que otra correría. Estoy seguro que cuando lo estaban derribando se oyeron lamentos de Baldomero, Valiente, Jalisco, Cipriano, Guillermo, Kike, Luis Arturo, Oscar, Manuel Ángel, Tinín, José Antonio Testa y alguno más que como yo nos encontrábamos muy lejos y a pesar de ello sentimos como si con un bisturí rasgasen nuestras propias entrañas. A mediados de los cincuenta todo era calma en las calles, oías la voz del afilador, el mielero de la Alcarria, la moto-carro de Mino el de la lejía y el Citröen negro de Blas el lechero pregonando con orgullo que él había empezado con una grifo y siete vacas y que ahora tenía siete grifos y una vaca. Teníamos panadería “Los Americanos”, bares como “El Luarca”, “El Arbolón” y el “Avenida” donde residía la peña Bahamontes” , que por aquella época organizaba carreras ciclistas de veteranos cuyos primeros puestos siempre estaban ocupados por el padre de Delio y Mayoral. Había niñas preciosas que llenaban nuestros cerebros de pajaritos como Conchita, Zoila, Carolina, Mori y Maria José, pero nuestro principal objetivo era conquistar el barrio de “Versalles” que en aquellos tiempos estaba empezando su infraestructura. Otro de nuestros propósitos predilectos era asistir al festival de la canción que se organizaba todos los años en el parque de bomberos (antigua fabrica de harina), y en donde el Dúo Armónico y Ernesto Baldajos (que en paz descanse) eran las principales figuras, unos con sus filarmónicas y el otro con inimitable trino de voz que no tenía nada que envidiar a los mejores tenores mexicanos. Todo lo que estoy cantando ocurría bajo las ramas de ese imponente árbol que bajo sus ramas nos protegió hasta que el avance del progreso lo sustituyó por otros edificios que seguro que sus cimientos son atacados por las raíces de lo que nunca tenía que haberse producido.

Saludos.

Miguel Sánchez del Río González-Anleo

RUMBO NORTE

Como si de la Armada Invencible se tratara, barcos como el Abelén, Poseidón, Malanga, Anleo, Panxico y otros que se quedaron en la travesía, fueron sin duda los protagonistas de la historia de un gran marino cuyo esfuerzo merece sin ninguna duda unas palabras de aliento en los momentos en que la tormenta aprieta fuerte.

Todos los barcos descritos tenían las cuadernas lo suficientemente robustas para que sus cascos soportasen los impactos provenientes tanto de babor como de estribor, y sus velas mayor, foque y cangreja demostraron siempre su mayor resistencia ante los fuertes vientos que azotaron a lo largo de su vida. 

Hoy los tiempos han cambiado, a pesar de la experiencia, disponer de unas buenas naves dotadas con los mejores instrumentos tecnológicos, y contar con una tripulación excelente, siempre existe el riesgo de que una tormenta te sorprenda y tengas que navegar utilizando todos tus conocimientos para salir adelante y alcanzar nuevos derroteros donde la navegación sea más sostenible, donde la paz y el sosiego sean motivo para alcanzar con facilidad la felicidad, y que a pesar de las dificultades siempre habrá una solución para un problema.

Sabes muy bien que las grandes olas hay que cogerlas de frente, respirar hondo y cuando estés en la cresta esperar la bajada lentamente y volver a coger aliento para afrontar la siguiente.

Has sabido resolver hasta ahora sin la menor dificultad el algoritmo de las tres incógnitas que propone la vida: amor, trabajo y cultura, y también sus derivadas: amistad y paternidad, pero cuando la tormenta acecha la mejor solución es bajar las velas, coger el timón con fuerza a toda máquina, y sin soltarlo mantenerlo firme hasta que el viento amaine.

Muchas veces he pensado como me gustaría estar contigo, ahí presente para echarte una mano y mantener con mucha más fuerza ese timón, pero la distancia y otras responsabilidades siempre me han impedido cumplir con mis deseos.

El barco en el cual navegas en estos momentos tiene por nombre “Esperanza”, y no te quepa la menor duda que su rumbo Norte esta marcado en el compás de todos de los que como yo queremos que llegue al puerto de destino, y para ello dispones de todo el apoyo de la tripulación que un capitán como tu mereces.

Debes posicionar el timón rumbo Norte y no se te ocurra cambiarlo por muchas dificultades que te encuentres, nosotros estamos muy cerca para apoyarte en todo lo necesario.

Saludos.

Miguel Sánchez del Río González-Anleo