Aparecí en la calle Mayor de un pueblo de cuyo nombre no puedo olvidarme, llamado Arboç del Penedés, y justo allí, me encontré con mi amigo avilesino José Ramón (conocido por Pirri), el cual despues de comentarle mi situación, me alojó en una tradicional pensión llamada "El Comercio", cuyo propietario Pedro, y sus dos hijas personas excelentes me atendieron con la máxima amabilidad.
Allí me aloje previa invitación a Calafell, donde deguste mi primera cerveza llamada Voll Damm en el bar Mónaco, cuya graduación y temperatura del mes de junio, hicieron mella en mí, y menos mal que no era el conductor, pues al día siguiente tenía que presentarme a trabajar.
Tenía de aquella 23 años, y mis escapadas con los amigos a Calafell y al Vendrell solían ser frecuentes siempre que el trabajo lo permitía. Disculpar por no hablar nada del trabajo en esa época, pues dada su intensidad, dedicación y eficiencia, será otro capítulo aparte.
Dado el interés que ofrecía Vendrell, tres íntimos amigos y compañeros de trabajo, decidimos buscar un apartamento donde mejorar nuestra situación. Al principio nos costó un poco de tiempo y tuvimos que alojarnos en la pensión El Cid, de la cual guardo buenos recuerdos. Durante ese tiempo la vida en Vendrell era completamente distinta a la actual. En esa época podías apreciar la floración de hermosos almendros y sabrosos melocotones que fueron desapareciendo con el tiempo. La agricultura era espectacular, y en los mercadillos y tiendas del pueblo podías encontrar, según la época del año, las mejores frutas y verduras.
Se veía una tierra bien trabajada que ya tenía indicios de cambios producidos por la implantación de nuevas industrias y polígonos industriales que, amenazaban la llegada masiva de migración de bajo coste y dudosa reputación.
Pronto conseguimos un apartamento para los tres en la calle del mar (podéis ver el edificio en la foto que os adjunto), allí, nos dividimos las tareas y uno cocinaba, otro limpiaba los platos y otro limpiaba el piso. Vendrell era un pueblo alegre, con buena convivencia y poco nos costó adaptarnos a pesar de no conocer su querido idioma. Enlazar nuestra amistad con la mayoría del pueblo, fue realmente fácil, en especial con los jóvenes.
El Sendrós, el Capri, el Racó y el Pí, eran lugares que frecuentábamos en nuestro poco tiempo libre, así como dar una vuelta por el Biblos los días festivos. Éramos jóvenes y las pocas energías que nos quedaban despues de trabajar y cuidar la casa es lo que nos pedía el cuerpo. Gracias Vendrell por esos maravillosos años que nunca podremos olvidar.
Saludos
Miguel Sánchez del Río González-Anleo