Tradiciones, costumbres, e ingeniosas adaptaciones a la vida moderna nos ha hecho testigos de una evolución que nada tiene que ver con los verdaderos episodios de la historia. Un evento tan importante en nuestras vidas como la Navidades, ha sido el punto de mira de todos los fabricantes y comerciales para sacar provecho de tal acontecimiento.
Nos gastamos miles de euros en celebrar un misterio que intenta alegrar nuestras vidas pensando en la suerte del día de la lotería, cantando, degustando exquisitos manjares, disfrutando de grandes acontecimientos que se disipan en unos pocos días volviendo a una normalidad austera y pasando de largo la verdadera realidad de aquellos que no tienen ni un mendrugo de pan para llevarse a la boca. Mientras tanto, esperamos con ansiedad los carnavales que nos invitan al desorden, libertad del cuerpo y olvidar ciertas obligaciones que deberíamos respetar.
Posteriormente nos encontramos con extraños arrepentimientos y nos toca entrar en la Semana Santa, cuyo verdadero significado ha pasado a ser una época más de diversión, descanso laboral y disfrute de eventos que el consumismo nos obliga a elegir en sus apetecibles ofertas.
La cultura, una vez más, nos ofrece respetar nuestras tradiciones y transmitir nuestra idiosincrasia a las nuevas generaciones, pero esa incultura que nos caracteriza nos hace caer en errores globalizados obligándonos a inmiscuir en nuestras vidas celebraciones que no son de nuestra incumbencia y que asumimos como verdaderos borregos. Qué pinta en España la celebración de Papá Nöel, Halloween y otras muchas importadas que nada tienen que ver con nuestras tradiciones autóctonas.