Si en las próximas elecciones municipales ocurriera algo puramente virtual, en que se pudiera votar a un partido exclusivamente apolítico formado por profesionales emprendedores en el que figurasen: juristas, ingenieros, arquitectos, doctores, etc.
No importa sus propia ideología, pero si apolíticos, se podría componer un gran equipo que, junto con el presupuesto de que dispone Avilés, serían capaces de levantar un ciudad abandonada a los caprichos actuales de un Ayuntamiento incapaz de llevar a cabo las innumerables carencias existentes, destinando sus propósitos a objetivos puramente electorales.
En una ciudad histórica, líder en infinidad de actividades desde el siglo XIII hasta finales del siglo XIX, en que empezó a ser un bocado gustoso de la globalización. Sintiéndome un avilesino más, no puedo aceptar que sigamos siendo carne de cañón de unos desalmados que sólo buscan sus intereses propios.
Estamos viviendo en estos momentos la estela de una gran pandemia que nos tuvo paralizados casi dos años, dejando atrás miles de muertes que ya sólo los allegados recuerdan. Estamos pasando el año 2022, con más penas que gloria y a esperar todo lo que ocurrirá en los próximos meses. Siguen las guerras, el hambre, las catástrofes que nos envía nuestra madre la naturaleza y nosotros sin agobiarnos, desconociendo las hambrunas, epidemias y las sequías de países subdesarrollados.
La palabra Política dice "La política es el conjunto de actividades que se asocian con la toma de decisiones en grupo, u otras formas de relaciones de poder entre individuos, como la distribución de recursos o el estatus". Eso es lo que nos ocurre, estamos manipulados por cuatro mandatarios sin escrúpulos que al igual que unas marionetas (Titelles en Catalán), nos dirigen directamente hacia un abismo interminable del cual nos costará salir por mucho empeño que pongamos.
Por todo esto que nos puede llegar en un abrir y cerrar de ojos en nuestro propio hábitat que, yo personalmente, cada vez lo vea más cerca; escribo estas reflexiones para aquellos amigos que, como yo, quieren evitar que no alcance a nuestros hijos y nietos.
Saludos
Miguel Sánchez del Río González-Anleo