Cuando Henry Ford, joven granjero emprendedor llegó a fabricar su automóvil Ford-T en 1908, tenía en, su pensamiento emprender a fabricar automóviles en cadenas de montaje capaces de producir coches de motor de gasolina en serie. Sus ideas eran muy claras y convenció a los ciudadanos a consumir sus productos con la ayuda del interés por hacer bien su trabajo en beneficio de su cliente. Entre sus magníficos procedimientos, y destacado emprendedor como mensajero de la paz, hizo del automóvil un medio de transporte ideal para disfrutar de un esplendido viaje.
Ahora, y desde hace unos años, los grandes clanes de la economía mundial, han dirigido sus planes a convencer a todos los ciudadanos inmersos en un mar de dudas el objetivo de la compra del automóvil de motor eléctrico. Ya no sirven los motores de combustión interna de gasolina, gas-oíl y otros derivados del petróleo. Tampoco se podrán adquirir híbridos. La Unión Europea pone como límite el año 2035 para adquirir un coche de combustión. Otras naciones como china están apostando por el hidrogeno verde como combustible.
Nadie habla de los combustibles sintéticos, el hidrogeno verde, e incluso el inventor del motor de agua (por cierto español) que pueden sustituir unas baterías cuyo valor es casi un 70% del valor de un coche y no tenemos ni idea el precio de su destrucción como residuo y su magnitud en el medio ambiente.
Ya me veo en realizar un trayecto desde Asturias a Catalunya en un tren de alta velocidad, en el cual puedes hacer varias cosas: ver una película, leer un buen libro a pesar del vaivén del tren, intentar ligar con tú compañera de asiento, dormir, asomarse a la ventana y ver la sequía que padecemos, o apreciar una España vaciada llena de casas derruidas, abandono total de las lindes de las vías y grafitis en todas las estaciones abandonadas.
No os parece que el presente es inaguantable, el futuro si es continuidad del presente será muy parecido y el caso es que a mí no me importaría volver a coger la bicicleta o dar un paseo a caballo por mis sendas entrañables que nada tienen que envidiar a las autopistas o vías. Tampoco me veo en un avión eléctrico surcando el espacio aéreo.
Dejemos que la ciencia, las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial sean capaces de cambiar nuestros hábitos y podamos vivir de acuerdo con esas novedades que tanto nos preocupan, sobre todo a los mayores.
Saludos
Miguel Sánchez del Río González-Anleo