domingo, 14 de junio de 2009

CRISIS, SIN TAPUJOS

Explicar al ciudadano de a pie una situación como en la que estamos inmersos siempre ha sido un compromiso difícil de afrontar. La palabra crisis tiene muchas definiciones, pero en concreto la económica se especifica como una situación caracterizada por la sobreproducción de mercancías, el descenso de los precios, la penuria de pagos y la bancarrota. A partir de aquí, cada uno la hacemos propia y la identificamos en función de la parte que nos corresponda. 

Lo que si todos tenemos más o menos claro es que producimos más de los que precisamos, y es ahí dónde nos aprieta el zapato. Y nunca mejor dicho, pues la persona que actualmente nos dirige muestra signos de que nada nos hace daño.

Comprometido es también explicarle al vaquero del puerto de Mieres que sus terneros ya no tendrán el mismo precio y sus ganancias se verán disminuidas en un treinta por ciento durante este periodo, pero todavía es más complicado hacerle comprender al soldador, tornero o camarero que su situación laboral pasará de la actividad explosiva de las horas extras a un ERE (expediente de regulación de empleo) temporal o definitivo que impactará de lleno en su salario haciendo un boquete en su línea de flotación capaz de hundir al mejor barco blindado de la armada real española. 

El resultado final es el mismo, unos podrán sobrevivir intentando convencernos que la calidad de los terneros no tiene precio, y aquellos que puedan adquirirlos salvarán durante unos meses las expectativas de unos, ignorando la difícil situación de todos los demás.

Por otro lado, otros se verán inmersos en graves problemas en los cuales los gastos son mayores que los ingresos, y además su situación se agrava cuando no les permiten tolerancia alguna a la hora de afrontar sus deudas, ingresando en la lista de morosos, embargos y otras actuaciones financieras y fiscales capaces de borrar de un plumazo las expectativas de vida y objetivos de las personas cuyo destino les ha nominado con el apellido “trabajador”, y les ha educado en la actividad del consumo (que en latín también significa destruir).

Para los que estamos anclados en el tiempo en el que comer una manzana autóctona significaba imaginar todo su proceso, desde su recolección en Candamo hasta su compra en el puesto de la plaza, es difícil comprender la razón por la cual se plantan kiwis en Asturias, se cosecha tempranillo en Chile y consumimos a diario piñas de Tailandia para eliminar las grasas de alimentos que ingerimos en exceso. Promover el consumo y la producción de productos elaborados o fabricados fuera de nuestras fronteras con el único objetivo de la rentabilidad, puede ocasionar graves conflictos e incluso llegar a romper los eslabones de una cadena llamada “sentido común”, cuyos primeros síntomas ya estamos apreciando. 

Dicen que la avaricia rompe el saco, y eso es precisamente lo que ocurre; gobiernos mal encaminados y entidades bancarias con un alto índice de egoísmo nos han puesto en peligro y en fila de a uno a todos los que intentamos hacer un poco mejor las cosas. Eso sí, esta pandilla de cagabandurrias sin escrúpulos que han elegido el momento oportuno para llegar a esta situación, serán también quien nos saquen del apuro cuando ellos lo consideren oportuno y hayan enriquecido un poco más sus arcas.

Mientras, los que todavía soñamos por un sostenible, apostamos por la justa producción, justo consumo, y trabajar a tope para buscar soluciones capaces de evitar situaciones de riesgo como las que estamos padeciendo.

Saludos

Miguel Sánchez del Río Gonzalez-Anleo

LOS DÍAS TIENEN 24 HORAS

Desde que damos nuestro primer berrinche al salir del seno de nuestra madre ya estamos etiquetados con nuestro futuro. Quién diría que no tenemos ni voz ni voto para decidir cuál será a partir de aquí nuestro propio destino. Algunos nacen encaminados a ser partícipes y anfitriones de un fragmento de la sociedad en la que se impone la burocracia, el egoísmo, y el favoritismo propio en aras de unos beneficios fácilmente alcanzables con el mínimo esfuerzo. Otros, sin embargo, luchan las veinticuatro horas del día planificando sin descanso sueños, ideales, e intentando escarbar en las arenas de la imaginación con el único propósito de encontrar soluciones para este complicado, pero ilimitado mundo. ¿Realmente existe alguna diferencia entre los recién nacidos?, no, aparentemente todos somos iguales, pero al final de nuestro largo recorrido nos damos cuenta dónde están las divergencias, siendo lo más lamentable el no poder hacer borrón y cuenta nueva. Nos educan bajo un patrón más o menos idealista que tiene un determinado tiempo de duración, pero que sirve como inicio de algo que a lo mejor puede llegar a su cúspide con más empeño del que enseña, que del propio aprendiz. Hoy, la enseñanza, la educación, los consejos en vivo y en directo, así como la doctrina de lo que realmente crees que debe ser el proyecto ideal de una sociedad actualmente rota e individualista, con aires de grandes e innovadoras mejoras que acaban en puntuales acciones desconsoladoras, no admite soluciones geniales capaces de garantizar un futuro sostenible. El trabajo, nuestra penúltima etapa en la carrera de la vida, ha sido y será el intercambio, físico e intelectual, que combina unas acciones propias del individuo y sus habilidades, por unos incentivos valorados de acuerdo con una normativa. A partir de aquí, pasan muchas cosas, unos lo confunden con un derecho, otros como una obligación y otros piensan que es el peaje que tenemos que pagar por el mero hecho de haber nacido. Ni una cosa ni otra, cuándo nos daremos cuenta todos que, en realidad, hemos venido al mundo por un determinado tiempo con el objetivo de mejorar sus condiciones iniciales, y que para ello existen diversidad de caminos que nos llevan a culminar infinidad de retos capaces de hacer realidad todo aquello que nos proponemos. No es fácil la elección, y algunos ni siquiera tienen la oportunidad de hacerlo, iniciando finalmente la caminata de un sendero que no tiene fin. Otros, sin embargo, emprenden de una forma planificada la travesía de la vida superando en cada momento los tropiezos típicos de una cruzada que conlleva infinidad de dificultades cuya superación precisa de un mayor esfuerzo y tesón, haciéndose imprescindible la dedicación plena y el apoyo de todos los que tienen a su lado. Nacer para vivir no entraña verdaderamente ningún riesgo, salvo que te lo impida algún desalmado y egoísta cuyas creencias ya están encaminadas a terminar con una vida que se está gestando, lo difícil pero reconfortable viene después. Dedicar una gran parte de los ochenta y seis mil cuatrocientos segundos que tiene un día para mejorar en cualquier ámbito de nuestra vida aportando con ello nuestro granito de arena no tiene desperdicio, es más, yo diría que es saludable y ventajoso para todo aquel que se sienta orgulloso de tener cuerpo y alma. El porcentaje de esfuerzo y dedicación que debemos emplear va en función directamente proporcional al propio coraje, valores humanos y consecuencias adquiridas de una experiencia que se acumula día a día. Todo lo demás, son puros impulsos que demuestran falta de interés, egoísmo propio, y palos de ciego que solo obtienen frutos en los juegos de azar. Los días empiezan a las cero horas y terminan a la veinticuatro, distribuirlos en tres etapas: trabajo, ocio y descanso depende muy en mucho de cada uno. Personalmente, manifiesto mi tendencia hacia el trabajo, y así lo haré para el resto de mis días, pues el ocio y el descanso son actividades que no son estrictas y deben tener un sentido, una identidad, y una duración determinada, dado que de no ser así pueden inducir al aburrimiento.

Saludos.

Miguel Sánchez del Río González-Anleo