
Su personal e incondicional dedicación a los demás lo hacían verdaderamente entrañable en su querida calle Rivero. También ronronea por mis adentros no conocer el origen exacto del apodo de nuestra familia, pues realmente la palabra “Tirola” no tiene un significado específico y solo puede provenir de algún derivado relativo a posibles anécdotas que no son muy comunes en el lenguaje popular de nuestra Villa.
Lo que no tengo la menor duda es sobre su semblante y caracteres que lo definen claramente en sus escasas fotografías como una persona que, a pesar de ser poco habladora, era altamente comunicativa.
Si por algún casual hubiera podido sentarme en su regazo y abrazarlo fuertemente, seguro que le hubiera preguntado ingenuamente que me narrase algunas anécdotas sobre las primeras lecciones para afrontar la vida, pues es evidente que, a pesar de que él la abandonó en edad muy temprana, comentaban que mostraba una gran experiencia, y se sentiría completamente satisfecho de hablarme y explicarme con todo detalle las diferentes fases por las cuales debes atravesar tal complicado proyecto.
Ahora nadie quiere escuchar a los viejos de la familia, ni tampoco consultar dudas, experiencias o consejos. Los jóvenes prefieren conectar con Internet y preguntar al buscador todo aquello que desconocen.
Los consejos, vengan de quien vengan, se reciben a través de ficheros Power Point cuyas explicaciones intentan suplir las mágicas palabras de aquellos que realmente son los comunicadores y lazo de unión entre generaciones.
Cuanto lamento no haber cogido en su momento lápiz y papel para anotar todas aquellas “batallitas” que, tanto mi padre y otros miembros de la familia me iban dictando por el simple hecho de ampliar mis conocimientos.
Las palabras ambulan con gran soltura por el espacio toda la vida, pero aun no hemos sido capaces de poder recuperarlas, y la única forma de almacenarlas para disponer de ellas cuando las precisamos es escribirlas o grabarlas.
Para algunos hablar es tan sencillo que, digan lo que digan, aunque no tenga ningún valor o sentido es suficiente atrayente. A lo largo de mi vida he aprendido que, la mayoría de las veces, las palabras no todas son retenidas ni interpretadas de la misma forma, y aunque el contenido del mensaje sea corto pero positivo, no está suficientemente valorado.
Hablar de forma constructiva significa algo más, denota una mayor comunicación, formación e intercambio de impresiones; todo lo demás es pura charlatanería que no tiene apenas interés. Como puedes ver abuelo, haberte conocido hubiera sido verdaderamente interesante, pues las cosas cambian tan deprisa que se han quedado diminutas las trescientas palabras por minuto que le hacían mecanografiar a tu nieta Laura cuando estudiaba.
Hoy hablar bien lo intenta cualquiera, pero escuchar, entender y practicar la empatía tomando buena nota para que pueda ser trasmitido sin confusiones ni alteraciones en el futuro no lo hace cualquiera. Por eso, conocer el origen, particularidades y relatos de los seres queridos perdidos en el tiempo, siempre será para mí un enigma y el gran tesoro oculto de mis pensamientos.
Saludos.
Miguel Sánchez del Río González-Anleo
No hay comentarios:
Publicar un comentario