Todas las navidades escribo alguna chispa sencilla para colaborar y recordar mis tradiciones adquiridas dentro del seno de mi familia. Desde mi infancia, ayudaba a confeccionar el belén, tanto en mi casa como en la de mis familiares más queridos.
Me gustaba ir a buscar musgo al monte para que, junto con la colocación de piedras, piezas de corcho y preciosas figuras de barro, así como las luces de las hogueras y el río fuera tomando forma de un paisaje típicamente asturiano.
Mi experiencia y mayor empeño principal era el portal, al cual no le faltaba ningún detalle. Seguidamente me esforzaba en el castillo de Herodes, el río, los puentes y la anunciación. Recuerdo que implantando alguno de los huertos, sembraba lentejas y quedaba precioso cuando brotaban. Cada año había una figura nueva que se iba adaptando según el personaje. Una vez terminado, mi misión era traer a mis amigos y vecinos y cantábamos un villancico como muestra de haber terminado una misión cuya tradición pasaba de padres a hijos. Cada día avanzábamos un poquito más el paso de los camellos de los Reyes Magos para acercarlos al portal.
Yo les pasé personalmente a mis hijos esa tradición hasta que dejaron de ser pequeños, ahora veo que mis nietos aprovechan la influencia de arrimarse a ese tipo gordo con barba blanca el que no me causa mucha gracia que pasea con su trineo llamándose Papá Noel, San Nicolás y Santa Claus, aunque sus preferidos siempre serán los Reyes Magos.
Nunca podre olvidar momentos tan felices que reflejaban en mi rostro chispas de alegría y algún que otro lloro por no recibir todos los juguetes demandados en mi carta dirigida a los Reyes a través de su excelencia Aliatar.
Las tradiciones aún perduran, pero la gran influencia de otros países y comerciales faltos de conciencia, inhumanos y cuyo objetivo son exclusivamente comerciales, han conseguido que muchas personas reprueben el espíritu navideño.
Tengo que reconocer, que la cantidad de fiestas existentes durante el mes de diciembre sobrepasa la vida cotidiana de muchas personas que, debido a su religión, creencias, carácter y paciencia van en contra de ellas sin que dispongan de una "varita mágica" para que pasase del día 6 de diciembre al 6 de enero del año siguiente en un abrir y cerrar de ojos. A todas ellas les digo francamente, que también fueron niños.
En cuanto a los días festivos o conmemorativos, los veo muy mal planificados, pues causan paro en el tejido productivo: la Constitución, la Inmaculada, Santa Lucía, la Lotería, la comida de Empresa, Navidad, San Esteban, Año nuevo, día de Reyes. Días que junto con los fines de semana hacen del mes de diciembre un mes inhábil Además los gastos que nos ocasionan superan muy mucho nuestros presupuestos, sobre todo en estos momentos tan difíciles.
A mi personalmente me preocupan tres cosas, la cantidad de gasto provocado por acondicionar las calles ( Alumbrado navideño, menús, regalos, adornos, etc.), las guerras que continúan activas y cuyos dirigentes pasan de todo esto, y el hambre en países que ni siquiera tienen tradiciones cuyos niños y jóvenes ven éstos actos y graban en su retina la forma más rápida de migrar a esos lugares.
Aunque voy a tratarlo como una hipótesis, ¿No podemos ser más coherentes con la vida de aquellos humanos como nosotros que se mueren de hambre, no disponen de vacunas y cuyo futuro depende en exclusiva de países cuyas inversiones son fabricar armas y alcanzar nuevos planetas capaces de aclimatar para su futura convivencia?. Acordaros de esto que os digo, es una vergüenza para todos nosotros estar acabando con nuestro planeta, seguir perdiendo el tiempo con los Smartphones y dejando que nuestros políticos ( Me da igual su ideología ), se dirijan por unos derroteros totalmente inadecuados cuyos resultados veremos afectando nuestra convivencia y la de nuestros hermanos si no somos capaces de poner cada cosa en su sitio. Somos muchos en todo el mundo, quizás demasiados, pero la unidad hacia la Paz, Entendimiento y Convivencia debería ser nuestra meta y la de unos gobernantes que tendríamos que llevar de la mano.
Saludos
Miguel Sánchez del Río González-Anleo
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