La ciudad te bloquea, las noticias se proclaman en función de los intereses de personas cuyo efecto sólo produce dudas e incomprensiones, y el marketing establecido cuyo objetivo es únicamente producir más, aumentando un consumo impulsivo a precios establecidos por las grandes multinacionales.
Este batiburrillo que vivimos hoy en día, el cual no te ofrece trazas de aumento de la felicidad y el bien estar, no te deja otra opción que buscar alternativas que, aunque parezcan sueños extraños en una noche revuelta por el malestar de un día complicado, te invita a soñar propuestas sencillas de realizar aunque difíciles de aplicar.
Cuando llegas a una edad en la cual podrías enviar todo al carajo, y hacer todo aquello que aprecias, que añoras y todavía te encuentras capaz de realizar; una fuerza desconocida te impide tomar decisiones drásticas que puedan cambiar tus ilusiones. Lo ideal sería vivir en contacto con la naturaleza, en mi caso escogería un lugar llamado las Agüeras en el concejo de Quirós (Asturias). Cambiaría todo lo que tengo y me haría una cabaña arriba al lado de las placas de escalada con vistas al embalse. Por supuesto la cabaña sería toda de madera, un buen fuego a tierra para cocinar mis platos favoritos, mucho ventanal de cristal para observar el paisaje. Un pequeño terruño para plantar lo imprescindible y por supuesto acompañado de mis mascotas: mi urogallo, mi perro, mi lobo y aunque sea muy difícil, un osezno no me vendría mal.
Cuando en tus sueños profundos recuerdas todos esto, te viene a la memoria, la salud, las doce pastillas que tienes que tomar al día por ese maldito infarto que cargas a tus espaldas desde hace años, las revisiones médicas obligatorias y todo aquello que te impide vivir lejos de una sociedad completamente contaminada.
Las personas que lean este manifiesto, creerán que leen las palabras de un anacoreta, pero no se trata de eso. Se trata exclusivamente de poder hacer un comparativo de lo que es una convivencia hoy en día y lo que podría ser todo lo contrario. Todos sabemos que los extremos no son buenos y habría que encontrar un modo de vida intermedio capaz de curarnos esas heridas recurrentes que nos viene provocando una forma de vida ingobernable.
Saludos
Miguel Sánchez del Río González-Anleo
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