martes, 18 de noviembre de 2008

LA CASA DE LA VIDRIERA

En los años cincuenta La Vidriera gozaba de plena actividad dedicada a la fabricación de garrafones de vidrio, botellas de sidra, vino, y otros licores que la mantenían en un estatus verdaderamente apetecible para las grandes multinacionales. Así ocurrió, en poco tiempo fue absorbida y transformada para fabricar ladrillo refractario para los hornos altos de ENSIDESA. Mientras se producían estos cambios, los que habitábamos en sus viviendas éramos plenos espectadores, y las galerías de las casas el patio de butacas desde donde se apreciaban todos los movimientos. Los que allí vivíamos tuvimos la suerte de ver en directo entre otros, el cambio de los incansables mulos de carga por las modernas carretillas eléctricas, la transformación de los hornos de vidrio por modernos hornos belgas y la sustitución del antiguo camión Ford por un nuevo Pegaso del cual mi padre era todo un experto conductor. Las casas eran tan antiguas como la propia factoría, pero sus robustas paredes aguantaron el paso del tiempo hasta su derribo final objeto de nuevos edificios urbanísticos. Los vecinos del número cinco de la Avenida de Gijón éramos como una gran familia. Mis padres ocupaban el primer piso y teníamos de vecinos a Remedios y Celso con sus encantadores hijos Pilar, Flor, Rita y Cholo, con éste último tuve el privilegio de trabajar en la propia fábrica durante dos veranos en mi época de estudiante – digo privilegio porque aprendí con él no solo a reparar ejes de molinos, sino magistrales lecciones de compañerismo - . El piso de arriba era un refugio para mí, y allí me escapaba corriendo por la vieja escalera cuando mis padres querían hacerme engullir unas cucharadas de lentejas. Los que allí vivían, Pepón, Encarna, Higinio, Milagritos, la Cuqui y Pepe Luis con sus pequeños Jose y Rosi, encontraban siempre un hueco donde camuflarme. Es curioso, en aquel tiempo y debido a mi delgadez, mi abuela Amelia no quería comprar la moderna nevera por temor a que yo me quedase encerrado dentro, y ahora mi esposa Gloria me esconde el chocolate para que no me lo zampe. La ventana del descanso servía de atalaya para divisar los movimientos de la avenida, y punto de encuentro de múltiples juegos hasta que mi hermana se cayó por el hueco de la escalera, con la gran suerte de que un travesaño impidió males mayores. Nuestra casa no era un palacio, pero tenía un gran pasillo, la habitación de mis padres, otra que ocupábamos mi hermana y yo, un comedor con chimenea que presidía una Virgen del Pilar de Plata, una pequeña habitación que servía entre otras cosas como sala de juegos, la consulta de mi madre donde ponía las inyecciones, y hasta mi padre tenía un pequeño hueco en el que realizaba todo tipo de bricolaje. En sus paredes colgaban tres cuadros, dos fotos de mis padres el día de su boda y otro con el título universitario de mi madre. La cocina estaba entre los dos aseos, y ahí si que sufrimos varios incidentes producidos por la vejez del edificio cuyo termo del agua caliente tenía más remaches que la torre Eiffel y provocaba repetitivos escapes, y que decir del que se produjo unas Navidades en que Pepón con su gran peso metió la pierna y cayó el cielo raso encima de nuestra mesa. Las visitas a la consulta eran continuas, en especial por las tardes, siempre me tocaba abrir la puerta y hasta mi gata Fabiola, aunque sorda, protestaba por tanto movimiento. La calle y las casas de enfrente eran una continuidad de la nuestra, pues allí éramos bienvenidos y teníamos espacio suficiente para desarrollar y compartir nuestros juegos de infancia con nuestros vecinos entre los que se siempre se encontraban Baldomero, Mundín, Julio, Ángel, Cándido, José, Mori, y Conchita con sus impecables trenzas rubias. Cada año que regreso a Avilés doy un paseo por la avenida, y todavía se oye el eco de las melodías de Tinín cantando a plena voz por los vestuarios “Santa Marta tiene tren…, Santa Marta tiene tren…, pero no tiene tranvía, si no fuera por Matucha, caramba, Santa Marta moriría, caramba..”

Saludos.

Miguel Sánchez del Río González-Anleo

3 comentarios:

Ana Maria dijo...

Suelo entrar a leer este blog de "la mio tierra"a ver que hay de nuevo y veo que te superas dia a dia, tal y como dicen estas causando revolucion.Te lo dice una "miembra"
de la saga Sanchez del Rio,tu prima Pilarina.
Sigue contando estas historias tan agradables y entretenidas.
Besinooossss

Anónimo dijo...

Hola CUCO :

No sabia que ,ademas de todas las cosas que haces bien , encima escribes estupendamente.
Te mando este comentario para decirte que,también conocí el camión nuevo de tu padre y creo que era un EBRO rojo precioso,el estaba encantado cuando se lo dieron.

Hasta otra

Unknown dijo...

Sabes donde se podra conseguir una botella de sidra que en el culo ponga aviles?