Algún lobo y alguna que otra osa reconocen mi fragancia a mi regreso a mi patria. Los peces saltan de alegría y los barcos tocan sus sirenas.
Es un orgullo para mi apreciar que mi tierra me quiere, mi Villa me ama y el olor a carbón y a salitre son vitaminas que hacen rejuvenecer mi alma.
Beber un culin de sidra con los ojos cerrados, te traslada a una misteriosa tierra que, aunque aislada, guarda en sus entrañas la verdadera historia de una nación conquistada por una cruz y una espada en manos de un Rey con muchas agallas.
Ojalá que en estos tiempos sin calma surjan personas con ganas de defender un Principado que merezca su confianza, para engrandecer una grande y soberana España.
Saludos
Miguel Sánchez del Río González-Anleo
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