Existe mucha historia escrita sobre la festividad de la Navidad, unos celebran el nacimiento de Jesús, otros festejan el solsticio de invierno, pero en nuestro caso fue una de las primeras en celebrar esta fecha debido al Papa Julio I quien escogió, hace alrededor de 1.600 años, el día 25 de diciembre para celebrar el nacimiento de Cristo. A partir de ahí, países y ciudades fueron formando sus celebridades con imágenes moldeadas en barro de belenes para representar la natividad.
Han pasado los años y todo ha cambiado, lo único que conservamos es la fecha, y muchas tradiciones repartidas por todo el mundo que han cambiado sus creencias adaptándolas a sus propias idiosincrasias. El origen es el mismo, ha existido una transversalidad sobre el nacimiento de un niño cuyo destino sería en su corta vida dar paso a una profecía que sobrevivirá hasta el final de nuestros días.
El modernismo, avance tecnológico, e idealismos progresistas, han sustituido unas creencias que han avanzado en la historia de la humanidad a sustituirlas y adaptarlas a unos tiempos donde imperan múltiples sociedades místicas practicantes de un consumismo impulsivo cuyo efecto es directamente proporcional a una sobreproducción que a corto plazo nos produce cambios importantes en nuestra economía.
La festividad de la Navidad dirigida en estos momentos a celebrar grandes eventos comerciales, supera muy en mucho a las cenas de Nochebuena y Navidad, donde los asistentes cada vez son menos por diversas circunstancias ocasionadas por una sociedad difícil de dirigir a hacia sus principales tradiciones y valores adquiridos de sus antepasados. El egoísmo traspasado a una encarcelación en las residencias de mayores, el divorcio, la globalización en el trabajo, los diferentes idealismos creados y una menor natalidad, ha conllevado los eventos familiares a pasar de tres generaciones a una, y con el mínimo de asistentes.
Hoy, las reuniones familiares de estas fiestas, en la mayoría de los casos, han pasado de una celebración de participación familiar en la que se recordaban a los que estaban en otras estrellas y unas viandas elaboradas con la receta de la abuela. A consumir con elevado gasto comida preparada, donde ya no existe comunicación, alegría, cantos de villancicos y menos palabras de recuerdo hacia un acontecimiento histórico de más de 2.000 años.
Felices Navidades
Miguel Sánchez del Río González-Anleo
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